El sueño de las personas puede verse influenciado por diferentes factores modificables, como el colchón adecuado, y no modificables como la edad, la contextura física, el tipo de actividad física durante el día, la dieta, etc. así como por la actividad sexual.
De acuerdo a David Lira, médico neurólogo, jefe del laboratorio de sueño del Instituto Peruano de Neurociencias(IPN) cuando una persona tiene actividad sexual se produce una serie de cambios hormonales, liberación de neurotransmisores, cambios en la temperatura corporal, y posteriormente al clímax sexual de la relación, viene un periodo de relajación muscular y tranquilidad que suele ser distinto en hombres y en mujeres.
“La mayoría de reportes indican que los varones tienden a quedarse dormidos inmediatamente después de tener relaciones sexuales, mientras que las mujeres tienden a sentir necesidad de conversar y sentirse protegidas, lo que puede llevar a malentendidos en las parejas, al no coincidir el comportamiento de los miembros de la pareja” añade Lira.
Sin embargo, los estudios en los que se han realizado pruebas objetivas de sueño, no han podido demostrar una diferencia estadística significativa que confirme esta diferencia; lo que una vez más nos confirma la complejidad del comportamiento humano.
De acuerdo a Sleepfundationg.org, diversos estudios de investigación han encontrado múltiples formas en las que el sueño nocturno puede afectar al sexo.
La falta de sueño se ha asociado a una reducción del deseo y la excitación sexual en las mujeres. En consecuencia, el insomnio, uno de los trastornos del sueño más comunes, puede ser un factor de riesgo para la disfunción sexual.
La falta de sueño y el sueño interrumpido también se han relacionado con un mayor riesgo de disfunción eréctil.
Tal vez resulte sorprendente que la privación de sueño a corto plazo provoque un aumento de la excitación sexual en las mujeres al día siguiente, lo que puede estar relacionado con los cambios en el sueño de movimientos oculares rápidos (REM). Sin embargo, no se encontró que esta falta de sueño aumentara la probabilidad de tener realmente relaciones sexuales, lo que puede reflejar cómo la somnolencia y la fatiga pueden interferir con la actividad sexual.
Se han relacionado varios trastornos del sueño con problemas sexuales. La apnea obstructiva del sueño, que implica pausas frecuentes en la respiración que interrumpen el sueño, se ha asociado con un riesgo significativamente mayor de disfunción eréctil. Los estudios también han demostrado que también está relacionada con la disfunción sexual en las mujeres.
Dormir mal también puede dificultar las relaciones sexuales por su efecto en la salud mental. Un sueño insuficiente y fragmentado puede exacerbar trastornos como la depresión y la ansiedad. Estos trastornos suelen estar relacionados con la disfunción sexual en mujeres y hombres debido a su influencia en el deseo y la excitación sexual.
Además de los trastornos de salud mental, dormir mal puede provocar problemas emocionales y de relación que pueden dificultar la salud sexual. Por ejemplo, la falta de sueño puede hacer que los conflictos con la pareja sean más probables, fomentando un estado emocional que aumenta el estrés, reduce la intimidad y resta satisfacción a la vida sexual.
Otra forma en que el sueño puede afectar a la salud sexual es a través del deterioro de la toma de decisiones y el control de los impulsos. La falta de sueño puede aumentar el riesgo de conductas sexuales de riesgo que pueden conducir a infecciones de transmisión sexual o a embarazos no planificados.
La actividad sexual puede contribuir a menudo a mejorar el sueño. Después de un orgasmo, el cuerpo libera hormonas, como la oxitocina y la prolactina, que pueden inducir sensaciones placenteras y relajantes. El sexo también reduce los niveles de la hormona cortisol, asociada al estrés.
Los estudios indican que estos cambios hormonales pueden provocar somnolencia y facilitar el sueño. Este efecto puede producirse tanto con la masturbación como con el sexo. Alrededor del 50% de los hombres y las mujeres afirman que un orgasmo por masturbación les ayuda a conciliar el sueño y mejora su calidad.
Las relaciones sexuales con una pareja pueden potenciar esta respuesta hormonal y facilitar una mayor sensación de cercanía e intimidad que favorece el sueño. En las parejas heterosexuales, las investigaciones han descubierto que este efecto es mayor en los hombres que en las mujeres, lo que concuerda con la concepción social popular de que los hombres se duermen rápidamente después del sexo.
Sin embargo, cuando ambas personas alcanzan el orgasmo durante el sexo, la diferencia en la somnolencia deja de ser estadísticamente significativa. De este modo, la asociación de la somnolencia y el sexo para los hombres en las relaciones heterosexuales puede reflejar, en parte, una disparidad en la satisfacción y el orgasmo alcanzado durante el sexo con la pareja.
Para el doctor David Lira, las relaciones sexuales en una pareja, además de la actividad sexual incluye también conversaciones, caricias, intercambio de emociones y sobre todo la percepción de compañía como interacción humana, que durante la pandemia ha demostrado ser mucho más importante de lo que imaginábamos y moldea no sólo nuestro comportamiento, sino también nuestras reacciones; por lo que se asume que la compañía en la cama después de la actividad sexual y la sensación de seguridad podrían tener mayor importancia a la hora de quedarse dormidos, más inclusive que el contacto sexual.
Numerosos estudios han demostrado que las personas que duermen acompañadas por su pareja tienen mejor calidad y duración del sueño que aquellos que duermen solos, y la pérdida del compañero de cama perjudica el sueño a corto y largo plazo, tanto en duración como en calidad.
Cuando se han analizado la percepción de las personas en relación a actividad sexual con otra persona, si la relación sexual termina en orgasmo tiene mayor efecto soporífero tanto en hombres como en mujeres, cuando no ocurre un orgasmo no existe este efecto.
Hay que considerar además que numerosos trastornos de sueño como el apnea obstructiva de sueño, el insomnio crónico, los trastornos de sueño REM, entre otras patologías, disminuyen en forma aguda y crónica tanto la libido como el rendimiento sexual.
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